Cuando era tan solo una niña, descubrí que me encantaba escuchar música, porque ésta invadía la estancia de mi casa con notas de luz radiante, mi imaginación volaba, y mis miedos a tantas cosas que desconocía se esfumaban. Un día tarareando el estribillo de una canción, que hablaba del amor, recibí mi primera lección negativa, respecto a este sentimiento universal. En tono amenazante y agresivo me hicieron callar, deje de cantar. Me dijeron que el amor no existía, y que si no abría los ojos, me iba a convertir de mayor en una víctima y me iba a tocar llorar mucho. Me sentí muy avergonzada de haber cantado aquel estribillo ridículo y me hice la promesa de controlar mis emociones y no permitirme el lujo de enamorarme ni de dejarme engañar por esa palabra, tan sobada y superficial.
Me enamoré más tarde, pero sofoque a la bestia que se incendiaba en mi interior alimentada por el pensamiento, de la mejor forma que pude. Aquella advertencia no me evito sufrimientos futuros, pero si me mantuvo en guardia ante cualquier tipo de sentimientos que me hiciesen sentir vulnerable o dependiente. Aún hoy, me doy cuenta, de que me avergüenzo de sentir en muchas ocasiones lo que siento. Sé, que aquel aviso que me hicieron de niña, sigue impreso en mi subconsciente y me hace despertar, ponerme en guardia y temer convertirme en una víctima, por eso entablo una batalla conmigo misma. Ha habido veces en que me he planteado si era una persona capaz de amar, en su verdadera dimensión. Creo que una de mis características es que soy poco constante en el amor, porque temo que se estrechen los lazos que me unen a una persona determinada. Vivo el amor como una especie de error, y me atormenta la necesidad y el rechazo que me persiguen a un tiempo, cada vez que siento encenderse en mi la llama de la pasión. Hasta fechas muy cercanas mi actitud ante el amor sexual ha estado tintado con ciertas briznas de culpa. Temía tener que renunciar a partes de mi misma, o enfrentarme al hecho de sentirme más débil por ser dependiente emocionalmente de alguien.
Sin embargo el amor no significa tener que pedir permiso para continuar siendo quien se es. el verdadero amor pasa por tomar conciencia de uno, conocerse, comprenderse, perdonarse los fallos y compartirse con el otro sin miedos. Tomar a la otra persona tal y como es, no pretender cambiarla, ni dominarla, darle y exigir un espacio individual y otro compartido, en el que coexistan los dos. El afecto, por encima de todo, pasa por desear compartir los momentos que componen la vida con un compañero de ruta.
REINCIDENTES
Hablamos y hablamos,
dibujando cascadas de palabras
vivas y socarronas,
ya somos reincidentes…
Intuiciones que vuelan.
Insensateces que colocan
algunas ilusiones
que nos respaldan.
Y continuamos
bajo la lluvia nocturna
de nuestra charla.
La noche se esconde,
las sábanas aguardan,
no tenemos prisa.
El sueño juega al escapismo.
La única barrera y nexo
de unión al mismo tiempo:
la pantalla
espejo
de nuestra mirada solitaria,
perdida al otro extremo
de la ciudad.
Comunicación: bromas, chanzas.
Nace la ilusión.
Construimos un futuro sin saberlo,
pero ya desde el comienzo
la intuición mutua lo indicaba.
Hazme un hueco
esta noche, en tu almohada…
Así es nuestra despedida,
tan solo por ahora,
esperando que nazca el sol,
el que será nuestro,
tuyo y mío,
Quizás mañana…
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