El sutil emisario del blues europeo, Gary Moore, comenzó jovencísimo, a tocar en una banda. A los diez y seis, estando con los Skid Row, su segunda apuesta por la música, conoció al guitarrista de Fleetwood Mac, al que conquisto con su exquisita cadencia y calidad musical, por lo que le consiguió un contrato con su discográfica. A partir de ese flechazo crucial, su talento irlandés se desarrollo en una prolífica y amplia carrera de rítmicos acordes, sembrada de temas inolvidables para más de una generación de seguidores y admiradores del rock y el blues. En los ochenta su espíritu se centró en el rock melódico, para más tarde rozar la concordancia celta. En los noventa flirteó con un estilo más intimista ligado al blues. Después de reinventarse a sí mismo, alejándose tanto del blues como del hard rock volvió a comienzos del dos mil para proseguir con su admirable blues, demostrando su fidelidad a éste estilo.
Recientemente se marchó. Quién sabe, quizás antes de su verdadera hora, víctima de un ataque al corazón, en la habitación de un hotel en (Estepona) Málaga. Dejando a sus muchos seguidores sorprendidos y apenados…Y más de uno se pregunta, en qué rincón del universo continuarán danzando las notas de sus magnificas melodías. Desde aquí, este es mi humilde homenaje, por las tardes que consiguió erizar los vellos de mi piel, con ese tono de voz profundo, dulzón y único….
EMISARIO DEL BLUES
La sutil armonía, que nació,
del emisario del blues,
se quedó para siempre
grabada a fuego, tumultuoso,
en la conmocionada retina
de quién gozó
de las nubes,
a pie de vibrante escenario.
Y en el sentido,
del ególatra oído,
dulzura estremecedora,
la de la sangre
de esa guitarra irlandesa,
que eternamente,
debe continuar tocando
en el abrazo
de una estrella fugitiva,
errante…
Alma de blues,
corazón que latía a golpe
de rock…
Maldita habitación de hotel,
que se llevó la última melodía,
acariciando lo más hondo
de tu vida…
Eras, espíritu, e inspiración
de millones incontables de alientos.
Y ahora a rasgar el silencio
como si fueras un dios,
en ese cielo
que en el presente
tiene sed, de tu toque
de guitarra repetido…
estribillo de lágrimas
a un grande,
a un clásico,
que se marcha,
cual vibrante y afinada
nota de instrumento,
elixir… al fin libre
de las ataduras terrenales…
nacimiento-muerte-renacimiento…
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