martes, 8 de marzo de 2011

AQUELLA PERSONA

        Me crucé con aquella persona en dos o tres ocasiones…no hizo falta más, dejó su huella impresa en mí. Me trastornó y me enseñó que debía volver a ilusionarme, a pesar de todo. Y lo hizo, sin expresar una palabra al respecto. Quizá sin ni tan siquiera imaginarlo. Lo consiguió, simplemente con su conversación, con sus anécdotas de viajes, con sus curiosos juegos llenos de misterioso capricho. Con su cámara fotográfica siempre a la espera de cazar una espontánea, sembró en mí, el germen de los nuevos comienzos. Nunca pude darle las gracias, por la fuente de inspiración que represento en mí.
      La última vez que disfrute de su presencia, paseamos, por la ciudad sin nombre, la misma que ahora miro con ojos nuevos.
     Muchas veces, me siento como un virgen lienzo, sobre el que cualquier “pintor de batallas”, como en aquella novela que leí de Pérez Reverte, ha de dejar impreso su vestigio. Así soy, como una cámara de fotos, extremadamente sensible a la luz, como para que me pasen desapercibidas ciertas anécdotas del instrumento del alma…

LA PRUDENCIA
Lástima, que el miedo
a lo inmanifiesto,
anidaron en la prudencia…
Y te obligaron a escabullirte de mí.
Calculaste sabiamente,
como soldado atrincherado
en una guerra sin nombre,
que después, sería más doloroso
el adiós.
África te llama,
Níger te espera,
mientras aquí al otro lado
del mundo,
se extingue algo
que no llego ni a nacer…
Titila nuestra llama
abandonada,
dolida
porque ni tan siquiera
nos despedimos…
A las puertas de que se esfume
el primer decenio del siglo.
O acaso lo hicimos
con la falsa promesa
de un futuro incierto…