En la noche de San Juan, el ruido insistente de la música se escuchaba en toda la playa, seduciendo a la masa de personas que allí estaba. Atándolas a sus instintos más primarios. Nada de magia, ni rastro de espiritualidad, más allá de la encontrada en las negras aguas del mar cálido y nocturno. Eso sí dando un paseo sobre la suave arena, que se cuela molesta hasta en las uñas, se podían descubrir muchas trazas de amistad fundidas en el alcohol, las drogas y el sexo, que eran básicamente la oferta inconsciente que se apreciaba y acataba a las siete de la mañana. Vasos de plástico, botellas vacías, basura, orines y otros restos como vestigio de las hogueras multitudinarias...
LAS BRASAS
Arrojo mi pasado a las brasas,
en un intento ceremonioso y engañoso
de pasar página.
Mi silueta femenina dibujada sobre el fuego.
Presiento tus ojos en mi piel,
disolviendo mi ropa interior.
El calor de la noche y tu mirada acariciadora
me seducen dentro del círculo mágico.
Eres el fotógrafo
de mis cabellos al viento,
más tarde el masajista
de mis articulaciones de diosa,
desconocida, mágica,
porque aún no ha sido conquistada...
Bailamos una balada brasileña.
Me fundo con tu alma,
con tu carne que me grita viva...
ambos somos espíritus viajeros,
viejos buscadores y
aventureros...
Me dejo secuestrar en tu regazo
y nazco en una cala olvidada,
frente al mar de una mentira
y una caricia más,
que antes de ser disfrutada
ya está olvidada...
Huyo finalmente de tu abrazo
locuaz, traicionero,
con la luz de la luna
alumbrando mis desnudos pasos
hacia el ascetismo...